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lunes, mayo 2

La Venganza, Cuento: José F. Araya


La vieja siempre llamaba a la policía para que los corriera.
Solterona y ayuna de amores, consideraba una afrenta y un escándalo que, noche
tras noche, los novios cenaran besos y caricias bajo sus narices, a la sombra del
muro entejado que resguardaba la esquina de su casa.


Finalmente una noche, alertado por la vecina, junto con la policía llegó también el
papá de Marcela. Sin pensarlo mucho la metió de un empujón al carro y luego la
emprendió a patadas contra Gustavo, que intentaba defenderla. La policía tuvo
que quitarle al muchacho y llevarlo al hospital.
Gustavo juró vengarse de la soplona cuando sanaran sus costillas quebradas.
Tres meses después, siempre al amparo de la noche, llegó por última vez hasta la
casa de la vieja. Ya tenía planeado salir en la madrugada hacia Nicaragua, junto
con Marcela. A la sombra del muro respiró hondo, recordó la humillante escena de
la golpiza y olvidó, por un instante y por única vez en su vida, su discurso pacifista
y su conciencia ecológica.


Los vecinos no vieron ni escucharon nada. Solo se enteraron de lo sucedido a
la mañana siguiente, cuando el sol reveló la venganza enorme, desafiante y roja
que Gustavo consumó con gruesos trazos de pintura spray, sobre el encalado
amarillento del viejo muro: “El amor no es delito”.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

me encanto ,muy bueno te felicito!!!

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