Tres de la mañana, había terminado ya el segundo volumen de aquella trilogía que lo mantenía en el más perplejo insomnio.
No era Jorge muy dado a las diversiones de su tiempo, incluso correría el riesgo de ser llamado por sus pares un loco anticuado. La segunda palabra la había asimilado ya en su actitud tímida, sin embargo la primera lo atormentaba llenándolo de un gélido terror que recorría su joven organismo. No es que se sintiera particularmente loco, aunque su enfermedad no distaba mucho de las características de la demencia –aunque fuera una demencia socialmente convenida-, sin embargo no se podría decir técnicamente que sus aptitudes psicológicas presentaran un patrón irregular. Simplemente estaba enamorado, aunque no tardaría en darse cuenta que lo que en apariencia podría ser considerado como una actitud valiosa y tierna, propia de un chico de su edad, lo estaba consumiendo en vida. (leer más)
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